Cuando el cemento habla, parte III, lineamientos mínimos para una vivienda popular digna

 

Cómo se expresara en la parte II de esta serie de reflexiones: CUANDO EL CEMENTO HABLA,  la legislación salvadoreña, nunca ha expresado con contundencia ¿cuáles son los criterios o factores involucrados para materializar espacialmente la dignificación del ambiente y la integración moral de quienes habitan una vivienda popular, mínima o de interés social?; no obstante haciendo una lectura del informe de labores del extinto Instituto de Vivienda Urbana del año de 1958, dicho documento establece como línea base de la intervención espacial del Instituto, el problema de vivienda urbana, dentro del cual destacan los siguientes ítems: (i) absorber un déficit de viviendas urbanas por insalubridad, ya que según el censo de 1950 el 89% de las viviendas carecían de baño o lo tenían colectivamente y un 77% no tenía servicios sanitarios o lo tenían colectivo, por lo que todas estas viviendas eran consideradas  insalubres lo que elevaba hasta el 60% el déficit de viviendas urbanas del país; (ii) absorber el incremento vegetativo anual de la población, ya que según los censos de 1930, 1940 y 1950, se estableció que dicho incremento vegetativo era de 1.28 % para todas las áreas urbanas (Técnicamente el crecimiento vegetativo puede definirse como: la diferencia entre los nacimientos y las defunciones de una determinada población); y (iii) el reconocimiento de que en las áreas urbanas de San Salvador existe un alto porcentaje de familias de baja capacidad de pago con relación al costo de las viviendas y cuyas entradas son inferiores a ciento veinte colones mensuales, por lo que dichas familias no pueden edificar viviendas o mejorar la que poseen actualmente, por lo que necesitan una subvención por parte del Estado.

En aquel momento, no existía en el escenario jurídico salvadoreño un instrumento normativo que, estableciera cuáles serían los espacios y distribuciones mínimas que ofrecerían alternativas de solución a los problemas antes planteados, manteniendo el enfoque de mejoramiento de condiciones ambientales y morales a través de la vivienda.

Bajo los anteriores contextos y amparados en las habilitaciones jurídico políticas emanadas de la Constitución d 1950, el IVU, a iniciativa propia, desarrolló investigaciones arquitectónicas, a partir de las propias realidades salvadoreñas, los técnicos urbanistas y especialistas en distribución del espacio de dicha entidad, después de varias mejoras a los conceptos origínales de vivienda mínima, establecieron   un concepto de vivienda mínima: “aquella vivienda que reúne todas las condiciones mínimas necesarias para que una familia pueda desarrollar sus actividades normales en condiciones humanas”.

El IVU estableció que el diseño desarrollado  hasta ese momento de área de vivienda mínima de 52.00 m2 no era suficiente, por lo que el área debía ser aumentada a 70.00 m2, ya que de acuerdo a la composición media de la familia salvadoreña, de 6 miembros, el espacio por habitante de 11.66 m2, ofrecía  una mejora sustancial de los ambientes. Este nuevo diseño garantizaba soluciones limpias con áreas mínimas de circulación, aprovechándose al máximo el uso de la vivienda, tanto en su aspecto interior como exterior. Esta política fue utilizada no solo para la vivienda unifamiliar, sino para la multifamiliar o edificios que fueron tan famosos en la época del IVU.

La vivienda multifamiliar que originalmente careció de tendederos  para ropa (véanse los apartamentos de las Colonias del Centro Urbano Lourdes o los edificios de La Málaga), sacrificando para este servicio el balcón de descanso y con lavaderos dentro del espacio de cocina, fueron objetos de mejoras, ya que en futuros proyectos como los edificios del Centro Urbano Monserrat, los tendederos fueron instalados en la azotea del edificio, dejando libre el balcón y aumentando el área útil de la cocina. Actualmente dicho espacio de azotea no es utilizado para tendedero, la situación de inseguridad y problemas de enfrentamientos urbanos antes de la guerra civil salvadoreña y una vez declarada ésta, influyó en un cambio de prácticas en el uso de los espacios; no obstantes los tendederos arriba de la azotea aún son visibles desde el paso a 2 niveles del monumento al “Hermano lejano” o “Bienvenido a casa”.

Si bien es cierto los proyectos del IVU también cubrieron sectores de ingresos medios, entre los que destacan los militares y los profesionales, tal es el caso de colonias Centro América y Centro Urbano Atlacatl, esta institución incursionó en 2 grandes ámbitos del desarrollo urbano: (i) la integración del espacio dentro de la ciudad, es decir la integración social de la ciudad, a partir de los elementos geo-espaciales y (ii) la rehabilitación marginal de espacios, es decir la integración a la ciudad de espacios desplazados por razones físicas, sociales y legales. En ambos casos la aplicación del concepto de vivienda mínima estuvo presente.

Al consultarse los planos arquitectónicos generales del Centro Urbano Monserrat, resulta impresionante la política urbanística aplicada a los espacios:

CAPACIDAD HABITACIONAL

  • 538 VIVIENDAS
  • POBLACIÓN TOTAL: 3228 HABITANTES
  • FAMILIA TIPO: 6 MIEMBROS
  • DENSIDAD DE LA POBLACIÓN: 230 habitantes por Ha

CLASIFICACIÓN DE LA VIVIENDA

  • Unifamiliar de 3 dormitorios:                152
  • Unifamiliar de 2 dormitorios:                118
  • Multifamiliar de 2 dormitorios:             288

  CENTRO CÍVICO

  • Escuela para 600 alumnos
  • Jardín infantil para 100 niños
  • Iglesia para 500 personas.
  • Comercio
  • Clínica y administración
  • Parque y zona verde

Se ha pretendido presentar a grandes rasgos, un análisis crítico de los principales aspectos que, han incidido en la demanda y dotación de unidades habitacionales denominadas como vivienda mínima, popular o de interés social. Así como el hecho de que, desde el punto de vista legal, las mejores políticas han sido aquellas que si bien es cierto se amparan en el marco habilitador, responden de forma rápida, real y ética a las necesidades que se plantean.

Cabe preguntarse entonces sí, las actuales políticas de urbanismo responden ética y solidariamente a esos sectores que no pueden acceder por ellos mismo a la ciudad, ¿en qué momento se perdió esa tendencia de dinamismo geoespacial que permite la mejora social, bajo la visión del actual modelo económico imperante?. Es necesario reconocer que el ambiente espacial o entorno donde se habita condiciona el desarrollo de la familia y de la descendencia, un ambiente poco estimulante mina la voluntad del individuo y origina lo que ha dado en llamarse “cultura de la miseria”. Ante estas situaciones es menester innovar y buscar alternativas habilitadoras, como el que puede proporcionar un breve análisis histórico de la situación.

 

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